1º BACH
Departamento
de Lengua castellana y literatura
¿Para qué sirven la lengua y la literatura?
A menudo los estudiantes se preguntan para qué
sirven la lengua o la literatura e intentan escapar de ellas con preguntas
como ¿Por qué debemos estudiar la sintaxis?, ¿Qué utilidad tiene
estudiarse un “tocho” sobre las obras literarias de autores que normalmente ya
están muertos? He aquí mi intento de haceros ver la relevancia que tanto
la lengua como la literatura tienen para la vida.
¿Para qué sirve la lengua?
El objetivo primordial de la
asignatura de Lengua y de sus distintas ramas (morfología, sintaxis,
semántica…) es la realización de un uso adecuado de la lengua. Así
pues, el estudio de la norma lingüística nos permitirá utilizar el idioma con
propiedad.
¿Para qué puede servirnos esto? Pues
principalmente para que la sociedad nos tome en serio y para que nuestras
palabras tengan mayor credibilidad. Por lo general, una persona que
hable mal generará desconfianza por parte de cualquier receptor que sí conozca
la norma y haga un buen uso de ella. Por ejemplo, el uso adecuado de la lengua
en una entrevista de trabajo nos proporcionará sin duda alguna mayores
oportunidades frente a cualquier otro candidato que cometa múltiples
incorrecciones.
La lengua es nuestra carta de
presentación. Al hablar, ofreceremos al oyente información sobre nuestra
formación y nuestro nivel cultural. La precisión con que se exprese esta
información puede marcar la diferencia entre el desinterés y el interés o la
confianza y la incredulidad.
Además, la lengua nos permitirá expresar nuestras ideas
sobre cualquier campo del saber. Así, la lengua tendrá esencial importancia
tanto para un filólogo como para un médico o un arquitecto. A nivel de
instituto, la lengua es asimismo el instrumento con el que expresamos todo lo
estudiado en el resto de materias, por lo que será imposible ignorarla en
nuestro proceso educativo.
Si bien la utilidad de la lengua se observa con
mayor facilidad debido a su aplicación práctica, la utilidad de la literatura
resulta a menudo menos convincente para muchos estudiantes. Analicemos este
aspecto a continuación.
¿Para qué sirve la literatura?
Lo que sigue es parte del diálogo entre un
periodista de la televisión y el escritor portugués José Saramago, durante una
reunión de diputados del grupo de la Izquierda Unitaria Europea, realizada en
Lanzarote el 20 de abril de 1997.
– ¿Para qué sirve la literatura? –le preguntó el
reportero.
– Para nada –contestó Saramago.
Desconcertado porque aquella respuesta no venía
de una persona cualquiera sino de uno de los novelistas más notables de nuestro
tiempo –dos años después recibiría en Estocolmo el premio Nobel de literatura-,
un hombre que, además, ha dedicado su vida al ejercicio honesto y pulcro de las
letras, el entrevistador no se dio por vencido e insistió:
–Pero, ¿por qué para nada? ¿No resulta extraño
que un maestro como usted, el autor de El año de la muerte de Ricardo Reis,
Manual de pintura y caligrafía, Alzado del suelo, Casi un objeto, Viaje a
Portugal, Memorial del convento, La balsa de piedra, Historia del cerco de
Lisboa, El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera y Todos los
nombres, afirme que la literatura no sirve para nada?
–Para nada –confirmó Saramago. Y agregó–: Tome
usted las obras literarias más notables, las de Occidente si quiere, que son
las más cercanas a nosotros; tome las que mejor hayan puesto el dedo en la
llaga de la miseria humana, las que con mayor alarma y agudeza hayan advertido
acerca del peligro que representa para el mundo nuestra especie; tome usted,
por ejemplo, las tragedias de Sófocles, la Comedia de Dante, El Quijote, los
dramas y tragedias de Shakespeare, las novelas de Kafka, Tolstoi, Dostoievski,
Musil, Camus, Sartre, las que quiera, y estará de acuerdo conmigo en que
ninguna de esas obras –ni todas ellas en conjunto- han logrado cambiar un ápice
la historia de la barbarie humana.
–Muy bien, señor Saramago –aceptó el periodista-.
Demos por cierto lo que afirma. Entonces, dígame ¿para qué escribe?
–Ese es otro cuento –dijo Saramago-. Si bien es
cierto que la literatura no ha servido para cambiar el curso de nuestra
historia, y en ese sentido no abrigo ninguna esperanza con respecto a ella, a
mí sí me ha servido para querer más a mis perros, para ser mejor vecino, para cuidar
las matas, para no arrojar basura a la calle, para querer más a mi mujer y a
mis amigos, para ser menos cruel y envidioso, para comprender mejor esa cosa
tan rara que somos los humanos.
Cuánta razón tiene Saramago. Convengamos con él
en que la literatura no sirve para cambiar el mundo, pero sí para otras muchas
cosas esenciales. A diferencia de otras disciplinas también muy útiles (la
geometría, la química, etc.), la literatura (como arte) es consustancial
al ser humano. Las artes alimentan nuestro espíritu y forman parte de
nosotros mismos.
Las novelas, los poemas y las obras de teatro
apelan a nuestros sentimientos: nos hacen reír, llorar, nos ponen
tristes o melancólicos, nos impresionan o nos aturden. Forman parte de
nuestra personalidad, porque somos humanos, sujetos a sentimientos e
incertidumbres. ¿Quién no ha sentido el rechazo, el desamor, el amor
ilusionado? ¿Quién no ha pensado alguna vez que los días pasan muy rápido y que
algún día todos tendremos que enfrentarnos a la muerte? ¿Quién no alberga
dudas, temores y recelos? Todos estos temas, ideas y sentimientos están
presentes en las obras literarias porque están escritas por seres humanos, como
nosotros, y porque los grandes temas (amor, muerte, vida…) son temas
universales, inherentes al ser humano, que suscitan reflexiones en todas las
épocas. Comprendemos entonces que la grandeza de la literatura radica en el
hecho de que ella es también una dimensión de la vida.
La literatura transforma nuestras vidas en
un constante descubrimiento, y en un inesperado entusiasmo. La
literatura puede ser la clave que descifre el dolor, la
soledad, el abatimiento… Y el porqué de tanta patraña y envilecimiento. La
literatura nos invita a plantearnos la entraña y el sentido de todo —en
este aspecto hay que reconocer que la literatura resulta incómoda—. Y acuden a
la cita la melancolía, la muerte y todo aquello que todavía no está dicho. Y apreciamos
más de cerca esos detalles que se nos escapan por la calle o en la
conversación con los amigos.
La literatura, pues, puede considerarse como
un instrumento de poder que nos pondrá en posesión de toda la
hermosura del mundo y nos hará, intelectual y sensorialmente, usufructuarios y
dueños de toda la inmensidad de la tierra. Nuestra participación en la
sociedad se verá, de este modo, favorecida por el consumo de
literatura. Una persona informada tendrá menos opciones de ser engañada y
gozará de mayor libertad para labrar su propio camino.
Lo que es indudable es que la mayoría de la gente
lee para pasar el rato, o para olvidarse un poco de la realidad (la hipoteca,
la competitividad, las malas caras…). Adentrándose en una historia sin grandes
complicaciones, distraída. Pero puede que den con un libro en donde encuentren
un recuerdo que creían perdido, o que, siguiendo el rastro de la intriga, unas
pocas palabras de un personaje secundario basten para ver de otra manera el
día. Casi siempre podemos extraer algún aprendizaje de aquello que
leemos.
Ante la pregunta “¿Para qué piensas que sirve la
literatura?”, el escritor Guillermo Urbizu responde:
Para tener alguna que otra posibilidad de ser
feliz… y poder contarlo.
LECTURAS Y TAREAS
1ª EVALUACIÓN
Libro
de lectura:
El año de la
venganza
2ª EVALUACIÓN
Libro
de lectura:
El mago de Hitler
3ª
EVALUACIÓN
Libro
de lectura:
Las piedras
que hablan